La exposición "Mapas de Pertenencia" de Emilia Azcárate, inaugurada en Casa Italia, explora la relación entre territorio y humanidad. A través de obras que fusionan arquitectura y simbolismo, invita a reconsiderar las fronteras como experiencias emocionales. La muestra destaca la transformación del hogar en un espacio psíquico y espiritual.
Santo Domingo.- Fue inaugurada recientemente en Casa Italia, ubicada en la Ciudad Colonial, la exposición Mapas de Pertenencia de la artista Emilia Azcárate. La muestra fue organizada por Heliconia Projects, reconocida plataforma curatorial y galería itinerante con sede en República Dominicana, liderada por Nicole Bainov y Elsa Maldonado, en colaboración con la galería Henrique Faria Fine Art de Nueva York.
Durante el evento, los asistentes pudieron disfrutar de una experiencia multisensorial: una selección de canapés intervenidos por Giulia Ruggiero, quien realizó un cuidadoso food styling inspirado en los colores primarios presentes en la obra de la artista. A cada color se le asignó una raza, dando vida a un código de mestizaje que se integró sensorialmente al lenguaje visual de la muestra. Las bebidas fueron patrocinadas por El Catador, complementando la velada con una selección curada especialmente para la ocasión.
¿Qué define un territorio? ¿Una línea, una memoria, una creencia?
En Mapas de Pertenencia, Emilia Azcárate ofrece una reinterpretación radical del territorio como un concepto mutable, subjetivo y profundamente humano. A través de un cuerpo de obra que fusiona elementos de arquitectura, cartografía y simbolismo espiritual, nos invita a reconsiderar las fronteras—no como divisiones fijas, sino como marcas de paso, transformación y experiencia.
En esta exposición, el territorio trasciende la idea de una simple porción de tierra delimitada por mapas políticos y evoluciona hacia un campo de pertenencias emocionales, culturales y existenciales. El mapa deja de ser una herramienta de poder y se convierte en una metáfora del alma; la arquitectura se transforma de forma construida en huella humana, memoria colectiva y aspiración trascendental.
Édouard Glissant abogaba por una “poética de la relación”, en la cual la identidad no se define por orígenes fijos, sino por encuentros, movimientos y entrelazamientos. “El lugar,” escribió, “es un paso, una transición, una encrucijada.” Las obras de Azcárate operan precisamente en esta zona liminal—entre la cuadrícula y el gesto, lo conocido y lo invisible—proponiendo el espacio como una construcción fluida y relacional, más que como un contenedor estático.